Son las diez de la mañana y no hay un alma en la ciudad,
no hay jolgorio junto al río, nadie quiere despertar.
En el Cairo prenden velas, intentando iluminar,
pero el fuego no consigue penetrar la oscuridad.
Y el temor se hace persona porque no hay explicación,
será cosa de los dioses, será alguna maldición.
Y de pronto una noticia se convierte en un clamor,
desde la última pirámide hasta el trono de Faraón.
//Hay luz, hay luz, hay luz en las ventanas
de los que pusieron su confianza en Dios//
Y tropiezan como ebrios y no pueden caminar,
y maldicen con sus bocas y no logran avanzar.
Y no es fácil humillarse ante el único creador,
ni tragarte la arrogancia y admitir tu propio error.
Y prefieren ir a ciegas, como el Nilo en su caudal,
como zombies en la noche, como espíritus del mal
y gatean en la niebla y no puede descifrar
el clamor que les rodea y que no deja de vibrar
//Hay luz, hay luz, hay luz en las ventanas
de los que pusieron su confianza en Dios//
Y la noche no se acaba, no hay hechizo, no hay vudú,
no hay poción, ni brujería, no hay filósofo gurú,
que te cure la ceguera, que te ayude a renacer,
que te alivie la tontera, que haga el sol amanecer.
La verdad que te libera y recupera tu salud,
te la ofrece el nazareno, que murió por ti en la cruz.
Y una cosa es estar vivo y otra cosa es ver la luz,
las tinieblas se disipan en el nombre de Jesús.
////Hay luz, hay luz, hay luz en las ventanas
de los que pusieron su confianza en Dios////